UNA PAUSA, POR FAVOR.
15:26 de este domingo de marzo. Hora de digestión y de siesta. Llego tarde al post semanal, pero se está tan bien en la galería… La galería de mi casa debería ser declarada parque natural, espacio protegido o algo así. No sé con quién hay que hablar para que me tramiten ese título honorífico pero debería hacerlo. Y declararla mía, sólo mía….
Bueno, mía y de Javier, el dueño legítimo del piso. Javier es un hombre entrañable. Tendrá cerca de 70 años, calculo. Nos alquila este piso desde diciembre del 2015, cuando vendimos el que teníamos en el caso antiguo. Sólo vine a verlo una vez, me lo enseñó lleno de muebles antiguos que pertenecían a sus padres, muebles de esos que se compraban antes y que duraban toda una vida, no como las gaitas varias que nos compramos en Ikea, que tardamos más en montarlos que en aburrirnos de ellos.
El piso me encantó, es un octavo con una terraza fantástica, grande, espacioso y muy luminoso. A pesar de estar bastante bien situado, apenas oímos ruido de la calle, y ni siquiera la terraza le resta privacidad. Vamos, el paraíso para una futura ermitaña como yo… Le convencí para que me lo alquilara vacío, y el hombre movió Roma con Santiago para sacar aquellos enormes y pesados muebles y dejarlo a mi gusto. Un cielo Javier, no me puedo quejar de casero. El verano pasado le volví loco hasta que me dejó tirar la pared del recibidor. El piso ha quedado estupendo, mucho más amplio y luminoso aún si cabe. Creo que cada vez que le llamo tiembla, porque sabe que le voy a proponer alguna nueva locura, pero me deja hacer y sabe que le cuido la casa.
Pues como os iba diciendo, el piso tiene una galería, esa cosa tan rara que me costó años entender. Es algo bastante típico aquí en Mallorca, especialmente en las construcciones de los 60's, 70's y 80's: una especie de balcón trasero accesible desde la cocina y entendida como área de servicio, donde habitualmente encuentras el calentador, la lavadora, espacio para tender la ropa, el típico armario de trastos, etc.
Esta galería es la caraba. Tiene un cerramiento de aluminio de los años 70 que se menea más que un flan cada vez que sopla un poco de viento, pero a falta de presupuesto para spa, acabo de declararlo mi nueva zona wellness casera. Aquí me paso largos ratos siempre que puedo. Tiene orientación sur y da el solete, así que puedes dormitar como los gatos, o pasar horas muertas observando las azoteas vecinas.
Recientemente he descubierto la belleza más absoluta en el ondear de las sábanas de los vecinos de finca. Otra costumbre del mediterráneo: subir a tender la colada a la azotea, algo que es impensable en el norte, a no ser que tiendas las sábanas con chubasquero incluido. Pues bien, aquí es tradición (y hasta religión) lo de “fer dissabte” (hacer la limpieza semanal de los sábados) y subir arriba a tender la colada, especialmente ropa de cama y prendas grandes. Y aquí me planto yo, cual minino autista, asomada a la ventana y dejando pasar el tiempo observando casi a cámara lenta como las sábanas y toallas van y vienen, vienen y van, cual las oliñas en la arena de la playa…
Si a ello le añades un sonido de fondo, rítmico, machacón, que te acompañe, ya tienes tu nuevo mantra: el programa largo de la lavadora. Colada de ropa blanca a 90 grados. Dura unas dos horas y media. Da para una siesta maja, o varias meditaciones. Sin salir de casa, oiga, el nuevo low cost luxury . Sobrevaloramos el spa, el calor de la sauna, el tener que depilarte en febrero para ponerte el bañador; el ponerte el bañador y verte los michelines que has agarrado en invierno a base de cocidos… Mucho mejor aquí, en chandal (con suerte) o en pijama y calcetines gordos. ¡Ande vamos a parar!
Pues aquí estoy yo, pensando en todo lo que tengo que hacer. Hoy, mañana, esta semana… Todos tenemos mucho que hacer, una lista de cosas interminables… Obligaciones impuestas desde fuera a las que sumamos las autogeneradas, mochilas que nos ponemos sin venir a cuento, a veces por creer que así nos liberamos, crecemos… Vivimos con esa angustia de no llegar, con la culpabilidad de no satisfacer las expectativas que creamos sobre nosotros mismos. Asumiendo que tenemos que hacer cosas que no nos son propias, que nos han dicho que nos convienen, que a otros les funcionan.
Es como si continuamente tuviéramos que estar superando nuestros propios logros, como si no bastara con una semana llena de trabajo, de organizar una producción y cancelarla por el mal tiempo, de negociar varios contratos, de varias reuniones importantes, de resolver problemas míos y ajenos, de ir al super, de poner lavadoras y doblar ropa, de pintar una de las habitaciones de la casa, de ocuparte de los niños, de atender a quien te requiere o te pide ayuda, también de estar con los que quieres, de dedicarles algo de tiempo (siempre poco…). Una semana llena de exigencias, de vida en definitiva: y yo preocupada porque aún no he publicado el post semanal... El colmo del absurdo, me vais a permitir.
Así que con vuestro permiso aquí me quedo, en mi nuevo "Private Golden Luxury Wellness & Spa Palace", escuchando el run-run de la lavadora, y dormitando mientras las sábanas de mis vecinos vienen y van, dejándome llevar sin más reflexión que la de parar de vez en cuando... Aunque mañana TENGO QUE pedir que declaren esta galería espacio protegido. No se cómo se hará eso, pero ya me enteraré. Y llamar a Javier para ver si podemos cambiar este cerramiento, que me está fastidiando la paz del mantra. Y se ha acabado el jabón de la lavadora, otra vez al super...